Oh Virgen sacrosanta, la más pura y hermosa
Tu Concepción dichosa, mi voz ensalzara.
Oh cándida azucena, suavísima fragante
En el primer instante, única y pura flor.
Oh Mística purpurea bella divina rosa
Qué intacta y qué graciosa, no la vio el mundo igual.
¡Oh bellísima aurora, siempre al orbe delicia
del sol de la Justicia, vestida en suma luz!
¡Oh sol entronizado, en la mitad del día
Dulcísima alegría de la Ciudad de Dios!
¡Oh luz esplendorosa, solar de los mortales,
Remedio de los males del afligido Adán!
¡Oh Estrella refulgente, Oh precioso ornamento,
Del alto firmamento, mis ojos abro a Ti!
¡Oh espejo sin mancilla, de celestial pureza,
conozco mi vileza, mirando tu beldad!
De los celestes dones, que tu pecho atesora,
Da parte, Señora, a un mísero infeliz.
Cual luna clara hermosa, faro de caminantes
Mis pasos vacilantes, guía seguros Tú,
Alúmbrame, Señora, con un rayo divino,
Tú misma en el camino, recto condúceme.
¡Condúceme benigna, de tu piadosa mano,
Al gozo soberano, ¡la mansión feliz!